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abril 26, 2024
INVITADOS PAÍS VIAJES Y TURISMO

Un recorrido por el Grafiti Tour de la Comuna 13

Por: Gloria Umbacía

Especial para Gestión Solidaria

El turismo se tomó las calles de la comuna 13. La historia de lo que en otras épocas era considerado uno de los sectores más violentos de Medellín, atrapa a diario a visitantes nacionales y extranjeros que escuchan atónitos los increíbles relatos de violencia y transformación, narrados por los guías que, casi sin pestañar, cuentan acerca de los acontecimientos ocurridos en la tradicional Comuna 13.

Fue una época cruda, triste y gris que con el transcurrir del tiempo quedó atrás para convertirse en un espacio lleno de colores, comercio y rodeado de gente resiliente que hoy por hoy habita el sector conocido como el Grafiti Tour Comuna 13, localizado en la zona centro occidental de Medellín y que, entre semana, es visitado por más de 2 mil personas y los fines de semana por al menor 6 mil turistas.

A este lugar se puede llegar en transporte público o privado, siendo el primero el más recurrente debido a que en la capital de la montaña, como se le conoce a Medellín, la mayoría de personas se traslada en metro. El destino es la estación San Javier, a su salida se congregan varios guías de turismo que ofrecen el servicio de free tour, un recorrido turístico guiado que no exige una tarifa fija, sino que al final el visitante valora el tour y ofrece una propina o las tradicionales agencias de turismo.


Los más osados suben la montaña y disfrutan del Grafiti Tour sin pagar guías. Llegan a la estación San Javier, allí toman un autobús con un gran letrero que anuncia su parada en el Grafiti Tour y que cuesta tan solo 1.500 pesos. El vehículo deja a los turistas y visitantes en la falda de la montaña que anuncia el ascenso de muchos escalones.

La subida se ve empinada y dispendiosa. Nada que un turista con ansias de conocer no sea capaz de enfrentar. A un costado, en uno de muros, se observan los primeros grafitis; en el otro lado, las casas de los habitantes que abren las puertas de sus negocios entre los que ‘pululan’ los comerciantes, las mascotas y los turistas nacionales y extranjeros. Ríos de personas suben y bajan la montaña; los únicos disparos que ahora se escuchan son los de las cámaras fotográficas y de los celulares que guardan en sus memorias el registro de imágenes y videos de la nueva comuna 13: la de los grafitis y el comercio.

A lo largo de la montaña, los corredores y pasadizos existentes entre las escaleras de cemento y las eléctricas dan la sensación de un caminar sencillo y sin prisa que invita a observar con detenimiento cada pintura, cada obra de arte y que, sin duda, obliga a inmortalizar con la cámara del celular o fotográfica ese preciso momento.

Algunas de las casas que hay por el camino se han convertido en locales comerciales en donde los maniquíes “desfilan” las prendas de moda: ‘cachucas’ y camisetas ‘gritan a todo pulmón’ la jerga de la ‘people’ que nos recuerdan a la ‘bichota’ paisa y sus dichos, y que se entremezcla con prendas de jean estampadas con imágenes pintadas por los artistas de la zona. Un verdadero desfile de modas que no envidiaría ninguna pasarela parisina.

Y aunque no estamos en Paris, en las esquinas de las escaleras y en los corredores del camino una gran exhibición de ‘suvenires’ para llevar de recuerdo acaparan la atención de los turistas: desde los llaveros, pasando por los imanes para la nevera, hasta las pañoletas estampadas con las imágenes de los grafitis hacen parte del sinfín de objetos que como en cualquier mercado de pulgas son ofrecidos a propios y turistas.

Bailarines, músicos, raperos y trovadores aparecen en cualquier esquina del camino a recordarnos que la vida, sin música y danza, no es vida. Y como las chicharras, entonan sus himnos y se escabullen a otros lares para ofrecer serenata a más visitantes.

Hasta lo más alto de la cima, cada muro estaba pintado. Grafitis de múltiples temas: grandes jaguares, aves en infinidad de colores, figuras geométricas y frases contrastan con las de caciques y rostros femeninos.

Así termina el recorrido de poco más de dos horas, en las que turistas desprevenidos disfrutan de un paisaje diferente, muy urbano, muy audaz, muy irreverente, muy paisa, convertido en un escenario de paz, armonía y turismo.

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