La integración cooperativa ¿realidad o ficción?
Eliécer Bermúdez
Director CORJIREH
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El proceso de integración en el sector de economía solidaria apenas se ha ensayado tímidamente en Colombia, muy a pesar de que el cooperativismo lleva más de 90 años, eso sin contar al mutualismo que data del año 1848.
¿Qué es la integración?
La legislación colombiana define la Integración como un principio cooperativo, tal como lo expresa la ley 79 de 1988, en su artículo 92: “Las cooperativas podrán asociarse entre sí, para el mejor cumplimiento de sus fines económicos y sociales en organismos de segundo grado de carácter nacional o regional. Aquellos de índole económico, serán especializados en determinado ramo o actividad”.
En Colombia, después de varios intentos de integración, es el 15 de agosto de 1959, cuando se funda una de las organizaciones más representativas de este proceso, La Unión Cooperativa Nacional “Uconal”. Posteriormente se crean Ascoop, Coopdesarrollo, Seguros la Equidad, Coopecentral, Analfe, Los Olivos, Confecoop y Fecolfin, entre otros gremios.
Si evaluamos los resultados obtenidos por los gremios en los últimos 20 años, podemos afirmar que han navegado contra la corriente, en el cumplimiento de sus objetivos.
La dispersión del sector de economía solidaria ha operado como un obstáculo en el avance del proceso de integración, al seleccionar y mantener una estrategia equivocada basada en el modelo atomizado-competitivo, en el cual las empresas solidarias compiten entre sí, descartando el modelo federativo, que ha demostrado mejores resultados en los países que lo han adoptado.
Teniendo un gran potencial de organizaciones solidarias, los gremios existentes agrupan menos del 50 por ciento, lo que se traduce en debilidad, al ser percibido no como un movimiento unificado que comparte una identidad sino como un conjunto de fragmentos sin una visión compartida.
Como buenos teorizantes, la estrategia adoptada por el sector solidario, “de ser invisibles”, es inadecuada, en consideración a que no ha presentado propuestas concretas a los gobiernos de turno orientadas al mejoramiento económico y el progreso social del conjunto de la población, pues su actividad se ha centrado en la economía nominal (ahorro, crédito y servicios) generadora de escaso valor agregado y con reducida participación en actividades productivas en la economía real, que no contribuye a la creación de empleo, en nuestro país, con elevadas tasas de desempleo.
Otro grave error es el “voluntarismo”, al suponer sus dirigentes que con la razón única de sus buenas intenciones y orientados por nobles ideales se logra el desarrollo y consolidación del movimiento solidario, actitud esta que solo ha facilitado la imposición de grandes restricciones y controles onerosos. Es una necesidad replantear las relaciones del movimiento con el Estado.
Ahora bien, es evidente que no se puede argumentar que las cosas deben seguir como si nada hubiera sucedido en los últimos años. La solución no es negar que hay problemas y asuntos por corregir, el tiempo es ahora. El movimiento cooperativo históricamente ha demostrado su potencial de brindar soluciones de gran impacto social y económico para sus asociados y la comunidad en general.