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abril 20, 2024
Economia José Alcibiades OPINIÓN

El Día Internacional de las Cooperativas

Por José Alcibíades Guerra Parada

Economista Especializado en Administración Financiera

 

El anterior 7 de julio el movimiento cooperativo conmemoró su día internacional y como es tradicional es la fecha en que se celebra la existencia y efectividad de los principios cooperativos a través de los cuales los asociados pueden mejorar eficazmente su vida y al mismo tiempo contribuir al progreso económico, social, cultural y político de la comunidad y de la nación. Asimismo, el movimiento es una parte interesada distinta e importante en los asuntos nacionales e internacionales.

 

Desde el 16 de diciembre del año 1992, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó en su resolución 47/90 el Día Internacional de las Cooperativas, a celebrarse el primer sábado de cada mes de julio. En dicho año se celebraba el centenario del establecimiento de la Alianza Cooperativa Internacional. Posteriormente, el 23 de diciembre de 1994 la misma Asamblea en la resolución 49/155 invita a los gobiernos, organizaciones internacionales, organismos especializados y organizaciones cooperativas nacionales e internacionales pertinentes a observar anualmente dicha celebración.

 

Este año bajo el lema “Sociedades sostenibles gracias a la cooperación”
los socios de cooperativas de todo el mundo han mostrado cómo con sus valores, principios y estructuras de gobierno, contribuyen al desarrollo sostenible, ya que la sostenibilidad y la resiliencia son características básicas de este tipo de sociedades, así como la preocupación por la comunidad, que se encuentra en el séptimo de lugar de sus líneas directrices. Por su propia naturaleza, las cooperativas juegan un triple papel:

 

  • Como actores económicos crean oportunidades de empleo, medios de vida y generación de ingresos.
  • Como empresas con objetivos sociales y centradas en las personas, contribuyen a la equidad y la justicia social.
  • Como instituciones democráticas, están controladas por sus miembros y desempeñan un papel de liderazgo en la sociedad y las comunidades locales.

En un momento en que la desigualdad crece en el mundo, es bueno recordar que existen las cooperativas como uno de los principales modelos de soluciones alternativas, que incluyen los aspectos de desarrollo sostenible en sus fundamentos, además de tener en cuenta valores y principios éticos. En la misma vía, debido a que las cooperativas se centran en las personas y no en el capital, no perpetuan ni aceleran la acumulación de capital, sino que distribuyen la riqueza de una forma más justa.

 

Pero el cooperativismo no es solamente un sistema socioeconómico basado en la ayuda mutua y el esfuerzo propio, que teniendo sus principios y doctrinas específicas, busca la solución de problemas comunes o necesidades de grupos a través de la cooperación.

 

No es simplemente una asociación humana que gracias a la ayuda de unos medios busca fines determinados como son la producción de bienes y servicios. Encierra un significado mucho más profundo, es una forma de vida en todo el sentido pleno de la palabra, basada en el trabajo conjunto, la democracia colectiva, la equitatividad, la solidaridad, la identificación personal y porqué no decirlo, el altruismo. Este modus vivendi y estilo al obrar, que tiene como punto de partida la organización para el trabajo, se debe reflejar no solamente en las actividades de la empresa, sino también en las labores individuales de cada cooperado en su vida familiar, en las relaciones públicas y en general en todo su comportamiento diario, que busque indirectamente beneficiar a su núcleo y contribuir al mejor estar de sus semejantes que lo rodean o tienen alguna relación con el.

 

Mal puede afirmarse que un individuo practica el cooperativismo cuando está en su entidad o trabaja para la misma y en su diario transcurrir obra totalmente al contrario y contraviene las normas que rigen la conducta solidaria. El ser cooperado es una caracterización en cada uno de los actos, que debe diferenciar claramente a la persona vinculada del resto de sus congéneres. Se debe ser cooperativista de obra y no sencillamente de nombre, lo cual se logra a través de una adecuada educación y capacitación.

 

Solo a través de su vivencia permanente el cooperativismo se traduce en una elevación del individuo tanto económica, social como moralmente. Es esencial saber la teoría, la filosofía del movimiento y entenderla, sentirla cada día y aplicarla verdaderamente en cada una de las acciones que se ejecuten, cuidando de no tergiversar los postulados doctrinarios en la práctica. Porque cuando algunos de estos aspectos falla o no se da, se presentan crisis de índole educativa, generacional, de ubicación social o simplemente una total desorientación en cuanto a las proyecciones y planeación del trabajo, que lentamente conllevan a la confusión y quiebra económica.

 

De otro lado, el afiliado debe conocer los estatutos y reglamentaciones de su cooperativa, comunicarse con ella y que esta lo identifique como persona, no siendo tratado como un sujeto más del montón; esta situación se percibe desde las elementales relaciones públicas y fórmulas de cortesía cuando llega a las oficinas buscando ayuda y que se le propicie la satisfacción de algunas de sus necesidades. De igual forma, el asociado no debe ver a su empresa solidaria como un ente totalmente alejado de el, extraño y muy por encima de su condición, puesto que los administrativos y los diferentes niveles de planta operativos son sus empleados; él eligió a los órganos de dirección y control en asamblea general y está en todo su derecho de adelantar una veeduría para verificar que el objeto social de la entidad se cumpla, los planes y programas  se ejecuten en todos sus términos y los recursos no se desvíen de sus propósitos iniciales.

 

Este derecho se lo otorgan los principios que hacen alusión a la participación democrática en la gestión empresarial sin prebendas ni privilegios y el libre acceso a todos los servicios y oportunidades de superación, que brinde la institución de acuerdo a su carácter estructural. Pero el asociado no solamente se debe preguntar qué ha hecho su cooperativa por él y por su conglomerado, sino qué apoyo le puede brindar a su empresa, cuánto más puede aportar para que se cumplan los principios y estatutos y se expandan sus servicios en aras de un mejor funcionamiento. No se debe olvidar que para que la cooperativa florezca, exige en sus inicios mucho sacrificio, empeño constante y bastantes horas hombre de trabajo desinteresado.

 

Lo ideal también es que los empleados de las organizaciones solidarias de base, sean necesariamente afiliados, pues resulta paradójico e imposible a veces que una persona que no vive y siente el cooperativismo como tal, abogue por él y pueda esforzarse por buscar el progreso de la entidad en la cual se desempeña, agilizar los trámites, proponer fórmulas de solución a los problemas que se presentan y tratar como se merece a los asociados.

 

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