Las mujeres del volcán
Asociarse y hacer de su actividad cotidiana algo extraordinario es uno de los logros que han alcanzado las mujeres campesinas de la región alrededor del Volcán Nevado del Ruiz y de otras zonas del eje cafetero.
Las mujeres campesinas del eje cafetero y especialmente las de las zonas aledañas al Volcán Nevado del Ruíz llevan años asociándose y en medio de la pandemia mientras los pueblos y el transporte tenían restricciones generaron nuevos negocios, se integraron socialmente y han construido mejores condiciones para ellas y sus familias.
Análida Díaz Orozco, es profesora universitaria e investigadora del Ciriec, un centro de investigación conformado por 23 profesores comprometidos con la economía solidaria. Explicó a GESTIÓN SOLIDARIA como ha sido el proceso de integración de las comunidades campesinas y especialmente de sus mujeres, muchas de ellas víctimas de la violencia.
“Me encuentro con características especiales de las cooperativas agropecuarias y encuentro con agrado la participación de la mujer campesina. Creíamos que ella estaba esperando en la casa que su compañero llegara de la montaña; de trabajar con las vacas y arrear las mulas. Y ella esperaba a su pareja con comida y agua caliente, cosa que sí hace, pero hace muchas cosas más. Me interesé en saber qué hace ella cuando el campesino sale de casa desde las cuatro de la mañana y regresa a las cinco de la tarde o más en algunas ocasiones”, explicó la docente.
“La mujer campesina no se queda quieta. Hemos identificado que de unos diez años para acá la mujer campesina del eje cafetero se ha vuelto partícipe de un modelo asociativo, ella se encarga de hacer la promoción de la cooperativa. Acción que es: mantener la asociatividad, cómo unirse con las compañeras de las otras fincas, de las otras partes de la vereda, entre todas piensan en ayudar a la sostenibilidad del medio ambiente”, dijo.
¿Por qué surgió la inquietud? Precisamente porque tuvimos en nuestra zona, el Eje Cafetero, ya hace 35 años, lo que fue la avalancha del Nevado del Ruíz. Ahí la mujer campesina sufrió mucho, algunas perdieron a sus hijos, a sus compañeros, sus familias.
Llegó un momento en que asumió su decisión de empoderarse frente a esa dolencia, frente a un fenómeno de la naturaleza y pensar, aquí estoy. Fue un primer paso para reorganizar su vida.
La investigadora señaló que estas mujeres estaban organizadas en asociaciones, especialmente por la necesidad de tener un suministro de agua. “Las veredas que yo frecuento con las cooperativas agropecuarias están muy alejadas de cualquier zona urbana. Por ejemplo la cabecera municipal más cercana es Villa María, de Caldas y eso implica un recorrido de una hora u hora y media en chiva (buses de estacas). Entonces estas mujeres se unen, igual que el ser humano, por afinidad y necesidad. La primera necesidad que ellas encontraban era la necesidad del agua. Y por eso cuando vamos por las fincas y vemos las mangueras. Esas las ponen las mujeres y ellas dicen: – vamos a echar el agua. Es una de las cosas que me parecieron más hermosas. Obvio el compañero del agro, está más lejos que ellas en su actividad diaria. el hombre está con sus vacas, con sus potreros y ellas se encargan del agua”, dijo.
“En la región hay asociaciones desde hace 40, 50 años. Pero ellas a través de esta figura de las mangueras, aparece en el país la figura del distrito de riego. Esto permite que el municipio intervenga y ayude a estas comunidades. En muchos casos las alcaldías dicen, – mire yo traigo hasta aquí el agua y ustedes se van a encargar de la distribución. Entonces ellas se encargan de coordinar cómo va a ser la distribución y cómo llevar el agua a determinada vereda; como mantener el agua más limpia, que matas colocar alrededor de la manguera para que se de procesos de descontaminación del agua. Entonces ellas ya están asociadas”, dijo.
“Nosotros como investigadores de economía social y solidaria, nuestro trabajo es ir a la zona y decirles, porque no nos integramos en una cooperativa porque de alguna manera ustedes ya tiene una integración propia, que es una parte de la seguridad alimentaria. Le explicamos que necesitan unirse porque en algunos casos una de estas mujeres sembraba zanahoria por allá en una vereda.La otra sembraba cebolla. La otra conservaba las cáscaras de papa para después hacer con eso gas metano y así poco a poco se han ido organizando. Entre mujeres no hemos entendido. Pero poco a poco hemos ido sumando a los señores, ellos también están muy interesados en el proceso, dijo.
En la región se organizaron cinco cooperativas, ya desde hace algún tiempo estaban organizadas otras. Por ejemplo Cooproguazan, con unos 48 asociados, de los cuales 35 son mujeres y después se constituyó la cooperativa del fondo Coagrofondo, que hoy es una productora de leche adecuada a las condiciones de los campesinos. Donde precisamente la encargada del tanque de enfriamiento es una mujer.
Entonces no fue difícil porque la mujer campesina tiene un sentido de integración de solidaridad, les gusta ir a las reuniones a conversar, cuentan cuentos, hacen yoga, ejercicio. Pero los señores también se vinculan, explica la profesor.
Ellas están en las laderas del Nevado del Ruíz. Una cadena montañosa Hermosísima. Algo que ellas valoran es su tierra, sus raíces con el Volcán, la naturaleza y el hecho de que en algunas fincas no hay forma de llegar ni siquiera en un jeep. Y se tiene que caminar unas tres o cuatro horas hacia abajo, hasta llegar al río por el cual atravesó la avalancha, pero son muy distantes, Es propio de ellas traer su manguerita para que el agua pueda llegar. Ellas tienen que llevar agua para el riego de las mismas matas. Si el esposo o compañero está en el campo ella en el día tiene que regar. Es como un compromiso entre ellos, explicó.
Reponerse de la violencia
La profesora Análida Díaz O. explicó que de las cosas que le llama la atención a nivel mundial es la ley de aborto. “Yo me encontré en esta tierras con muchas niñas que fueron abusadas por actores de la violencia. Hoy son madres con sus hijos, felices, a pesar de que sus hijos fueron producto de una violación. “Son cosas que a uno le estremecen, ver como con ellas trabajamos tanto los talleres de valores, porque ellas hicieron una vida y dijeron: – el territorio no lo abandonamos porque es la tierra del abuelo y del tatarabuelo. Sobre todo por la prosperidad que tiene esa tierra, que al estar al lado del Nevado del Ruíz y esa ceniza vuelve muy productiva la tierra”, dijo.
“Ellas se quedaron, pero en una época sus hijos iban creciendo e iban al colegio que era en Villa María, que era muy alejado. Entonces pensando cómo manejar esa situación han hecho convenios con la alcaldía apoyados por las cooperativas que tienen. La alcaldía les pone un jeep para traerlos desde la zona y ponerlos a estudiar, de tal manera que los jóvenes están con ellas en el agro”, dijo.
Los jóvenes trabajan en un proyecto de biodigestores, que son unas canecas, donde se acumulan los desechos que producen las mujeres en la cocina, los pisan y producen un gas propano natural, que nos es tan contaminante como el gas propano que venía en la pipa. Eso están haciendo esos hijos y muchos de ellos son producto de violaciones, hoy son jóvenes de 18, 19 años. Hoy la idea es irse formando para que esos jóvenes le ayuden en la cooperativa. Ellos con su formación pueden ayudar a que la contabilidad se haga otros procesos productivo, entonces que ellos formen parte de eso”, dijo.
Hay otra cooperativa importante que es Coompita que tiene un gran número de mujeres y ellos tienen un proyecto agroturístico. a cargo de los jóvenes. Los hijos de esas asociadas. Que salieron adelante debido a la avalancha. Es muy bonito estar con ellas allá y encontrar esas experiencias de vida y esto ha permitido que ellas se abran a un modelo de vida totalmente sano señaló la investigadora.
En esas veredas Papayal, La Paz, Alto Arroyo, se ha venido proponiendo de unos cinco años para acá, el despertar de la conciencia ambiental a través del no consumo de animales y procurar el consumo saludable.
“Allá en Santo Domingo, que es el municipio más lejano, con la alcaldía de Villa María, que es la que ayuda a promover, un domingo pueden llegar 500 ciclistas. Pero cuando terminan el recorrido están todas las señoras de la vereda que les preparan el almuerzo vegetariano. Pero primero hacemos una alabanza a la tierra, un pedir perdón a la tierra, recordando un poco nuestros orígenes indígenas. Dios nos manda a uno, y a ellos, que nos encontremos en unas experiencias muy propias. Así como ellas se encuentra frente a un hijo que ama y que fue concebido frente a una violación. Eso implica mucho perdón.
Enseñanza empresarial
En las veredas no se cerró el tránsito durante la pandemia, seguían produciendo y no se utilizaron tapabocas. En ese ambiente tan puro no era necesario. Pero apareció el fenómeno y los jeep no volvieron, porque no podían transitar. Entonces las mujeres campesinas se inventaron a través de una la fundación Senderos de Luz, con una promotora muy propia, que se ha ganado el título de mejor mujer de Villa María para el municipio. Entonces se propuso que cada uno recogiera su producción. La experiencia ha sido muy bonita, porque se recoge producción en Santo Domingo y de ahí se lleva a la Guyana que puede estar a dos horas. Entonces cada una va sacando lo que ella ha generado en su huerta. Entonces se concentró todo el proceso en la huerta casera y este modelo se recuperó y esas cantidades pequeñas de hortalizas se recuperaron. Sumadas hacen volúmenes significativos.
“En conversaciones, que se generaron en la cooperativa, muchos decían, si usted tiene cebolla; y yo tengo tanta; y los otros tienen unos ajos; por qué no hacemos lo que llamamos el mercado campesino y se fortaleció en medio de la pandemia. Creamos un whatsapp desde donde coordinamos un mercado campesino para que la alcaldía permitiera que uno o dos jeep subieran para traer la producción. Ahora se están entregando unos 500 mercados campesinos, el año pasado fue el aprendizaje y este año la experiencia se consolidó.
Se promueve por facebook, por el whatsapp, se promueve por la alcaldía, pero ya ellas vienen produciendo, no por especialización, si no por cosecha. Unos productos son de algunas temporadas y otros necesitan de otras dinámicas, esto ha sido muy interesante. Se dan charlas como que una diga – ya voy a recoger mi cosecha y otra responda ve sembremos tal cosa… -Que de 20 a 30 días el cultivo. – Que sembremos frijol. Se demora de dos y medio a tres meses, mientras tanto vamos sembrar zanahoria y eso es algo que podemos proponer en cualquier cooperativa”, dijo.
A ese modelo las mujeres también han enseñado el cultivo huerta del apartamento. Enseñarnos a todos que podemos hacer nuestra propia huerta en el apartamento, explicó la docente.
“La gran enseñanza es que cada vez somos más conscientes de que este planeta está cambiando. Que la economía está cambiando, esto va a modificar los mercados. Vamos a tener producciones más limpias, consumos más sanos. más respetuosos con los animalitos.
La humanidad debe reflexionar en que si no consumimos la carne de vaca, solo se van a necesitar las suficientes para la leche. Hay una gran cantidad de enseñanzas, pero la mayor es que todo está en el campo”, añadió.
En todo lado
El modelo se puede replicar en todas las regiones del país, en el caso de Cierec los investigadores han identificado proyectos similares, claro con las características propias de su zona.
“ En Ciriec hemos empezado una experiencia con indígenas en Jambaló, Cauca y ahí estamos empezando. Estamos concientizandonos de cómo son los problemas del territorio, porque si yo vengo de la montaña. Que no es similar o agreste como la de la zona de Volcán del Nevado del Ruíz. Entonces ese proceso tiene otras características físicas y sociales diferentes, pero empezamos· dijo.
“También en el norte del Valle después de haber trabajado unos tres años a través de las cooperativas agropecuarias, en la zona de la Ruta del Condor, tuvimos el caso de un jóven que sin ser campesino trabajaba en el campo, y me preguntó cómo podría él organizar una cooperativa, para que muchos jóvenes desempleados pudieran unirse y crear una cooperativa, ya llevan cinco años y están manejando microcrédito, producción en el agro, ahora determinaron que la producción la prefieren hacer con mujeres. Ellas se encargan especialmente de la recolección. Ese es otro modelo en el norte del Valle. Esos modelos los podemos repetir en cualquier lugar”, concluyó la investigadora.
El Ciriec es un organismo que creamos desde comienzos de 2013, cuando nos encontramos un grupo de investigadores colombianos en Europa, trajimos a Ciriec que es un centro para la investigación y la documentación de la economía social y solidaria y lo trajimos para acá y hoy somos el Capítulo Colombia. Somos en Ciriec 23 investigadores que tenemos muchos intereses en la economía social y solidaria, para poder compartir nuestra experiencias hemos creado unos escenarios, uno de ellos es el conversatorio que estamos haciendo con docentes universitarios y expertos, cada 15 días.