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noviembre 21, 2024
EDITORIAL OPINIÓN

La hermosa solidaridad de hoy, un camino para una economía más humana

Por: Carlos Ernesto Acero Sánchez

Presidente Ejecutivo Confederación de Cooperativas de Colombiana – Confecoop

Nos cambió la vida. A los colombianos y al mundo entero. Y quizás, para siempre. El sufrimiento que vemos, las limitaciones de la ciencia y de los servicios de salud, y la angustia de quienes no pueden trabajar y generar su ingreso, entre muchas otras manifestaciones de la crisis, han ido animando un sentido de responsabilidad frente al cuidado personal y de los otros, de solidaridad frente a los que viven con angustia la escasez y la incertidumbre y avivando la reflexión sobre los caminos para una economía más justa, más humana, más inclusiva.

Sobre el terreno incierto, desafiante y desesperanzado de los primeros días ha empezado a florecer la esperanza. Vemos luces para encontrar caminos al dilema ético que enfrentamos como sociedad: salud o economía, protección o trabajo, responsabilidad o necesidad, ingresos o hambre.

La crisis en la economía y en la vida social, originada en la restricción obligatoria, es preocupante: millones de personas que viven en el rebusque y la informalidad, los independientes, los micro y pequeños empresarios, los desempleados por el cierre de mipymes y de las múltiples reducciones del trabajo, han dejado de recibir sus ingresos.

Ante esta realidad se viene expresando una gran ola de solidaridad. Pequeñas y grandes ayudas de muchas personas y empresas -en mejores condiciones- y mil formas creativas para ser solidarios, incluso aprovechando los avances de la revolución digital. Poco a poco, muchos ciudadanos y empresarios pasamos de las preocupaciones propias a la solidaridad y a la acción.

Solidaridad, cooperación, ayuda, colaboración, inteligencia colectiva, son la motivación natural para muchos de nosotros hoy. Es maravilloso y sobrecogedor porque expresa lo que somos como seres humanos, solidarios y libres. Aflora una postura ética clara, humanista, responsable. Sentimos el sufrimiento ajeno y nos solidarizamos.

Y la crisis nos ha cuestionado. Nos mostró, nos muestra una realidad socioeconómica desequilibrada, de injusticia e inequidad, de desigualdad, y que hoy, ante el covid-19, reconocemos como inaceptable. Vemos un modelo económico y cultural, de producción y de consumo, de concentración de la riqueza como una creación humana, histórica, que podemos y tenemos que cambiar.

Este desafío nos está empujando a un cambio de paradigma. Del “sálvese quien pueda” a la solidaridad y la cooperación. De la economía del tener a la solidaridad con el ser. De un modelo de acumulación de unos pocos a la esperanza de compartir. Del individualismo al bien común.

Pues bien: esa solidaridad de las personas y empresas, que expresa mucho de lo que somos como seres humanos, ha sido, y es hoy, en el siglo XXI, el fundamento a un hecho histórico social, económico, cultural de gran significado en el mundo: las cooperativas, las empresas sociales, las empresas del bien común, en distintos campos de la economía y de la vida social y cultural.

En el mundo hay 1.200 millones de personas -con sus familias- vinculadas a una cooperativa, y un poco más de 2.9 millones de empresas cooperativas. Y a ese hecho histórico se corresponde un hecho del pensamiento humano sugerente: diversas corrientes intelectuales, del pensamiento económico, social, cultural, ético, les dan fundamento conceptual, y proponen caminos a nivel micro y a nivel de las economías nacionales y para la globalización. Son las corrientes de la economía social, cooperativa y solidaria, y la economía del bien común.

Desde el movimiento cooperativo les compartimos hoy este tipo de economía. Las cooperativas son empresas que tienen una lógica económica diferente: su propósito es resolver necesidades económicas y sociales tanto de quienes participan en ellas (como trabajadores, como ahorradores, como consumidores, entre muchas modalidades) como de la sociedad. Se basan en el aporte de quienes participan, con su trabajo, su ahorro, sus compras, y con su gestión, pues en las cooperativas todos los asociados somos emprendedores.

Las cooperativas están en el mercado, algunas compiten con sus productos y servicios. Son productivas y generan excedentes para ser sostenibles y aportar a la sociedad. Para que esto sea posible, las cooperativas se rigen por unos principios y valores que ponen en el centro la dignidad humana, el desarrollo integral y la sostenibilidad ambiental. Estos son parámetros que comparten, en general, las empresas sociales y las empresas del bien común, y muchas empresas privadas, todas ellas inmersas en el mercado. Y como toda organización humana, su gran desafío cotidiano es la consecuencia entre los valores y principios que las guían y su práctica, su vida económica real.

Esta economía social, solidaria, del bien común, es una poderosa opción de desarrollo inclusivo, de organización de las comunidades, de creación de trabajo autónomo y sostenible, consumo digno -para todos- y responsable, de inclusión social-financiera, de democracia económica. Una opción para encontrar formas de desarrollo sostenible -en lo social y lo ambiental-, en equidad.

Más de 3.500 cooperativas estamos realizando múltiples formas de solidaridad: defendemos los puestos de trabajo de nuestros colaboradores, adoptamos múltiples formas de apoyo a nuestros asociados en la atención de sus créditos y servicios financieros -periodos de gracia, refinanciación, revisión de tasas, entre muchas otras-, la utilización de los fondos sociales y de solidaridad, y campañas de bienestar, recreación, educación y motivación a los asociados y sus familias para el cuidado, autoprotección y disciplina para quedarse en casa, utilizando los canales digitales. Acciones que inciden en los 6.5 millones de asociados y sus familias, por todo el territorio nacional, además de participar en redes de cooperación como Colombia cuida a Colombia, entre otras.

Estamos listos para participar -con la sociedad civil, con las comunidades urbanas y rurales, con las empresas comprometidas y con el Estado-, en el dialogo y en la acción con las experiencias y compromiso de miles de asociados que participan en cooperativistas y empresas solidarias.

En medio de las dificultades, compartimos nuestra esperanza: que todas las expresiones de solidaridad y compromiso ético humano que vivimos hoy las convirtamos en caminos para afrontar la crisis del covid-19 y sentar las bases para una nueva economía. Juntos, unidos, solidarios, cooperando y ayudándonos mutuamente, lograremos superar este gran desafío.

 

 

 

 

 

 

 

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