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diciembre 22, 2024
EDITORIAL

Organismos internacionales hacen llamado de auxilio para 345 millones de personas en 82 países que sufren del flagelo del hambre

Declaración conjunta de los responsables máximos del FMI, el Grupo del Banco Mundial, la OMC, FAO y el PMA sobre la crisis mundial de la inseguridad alimentaria.

Kristalina Georgieva, Directora Gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), David Malpass, Presidente del Grupo del Banco Mundial, Ngozi Okonjo-Iweala, Directora General de la Organización Mundial del Comercio (OMC), QU Dongyu, Director General de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), y David Beasley, Director Ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos (PMA), emitieron la siguiente declaración conjunta en la que pidieron que se adoptaran con urgencia medidas frente a la crisis mundial de la inseguridad alimentaria.

La pandemia de la enfermedad por coronavirus (COVID-19), la interrupción de las cadenas internacionales de suministro y la guerra de Ucrania han perturbado gravemente los mercados de alimentos, combustible y fertilizantes, que están conectados entre sí. A junio de 2022 el número de personas que padecían inseguridad alimentaria aguda y habían visto restringido su acceso a los alimentos a corto plazo hasta el punto de que su vida y sus medios de subsistencia corrían peligro ascendió a 345 millones en 82 países, según el PMA. Para complicar aún más las cosas, unos 25 países han reaccionado al aumento de los precios de los alimentos adoptando restricciones a la exportación que afectan a más del 8 % del comercio mundial de alimentos[1]. Además, la respuesta de los suministros de alimentos se complica con la duplicación de los precios de los fertilizantes durante los últimos 12 meses a raíz de los niveles máximos alcanzados por los costos de insumos como el gas natural. Deben liberarse reservas mundiales, que aumentaron constantemente durante el anterior decenio, para que los precios bajen. Todo ello tiene lugar en un momento en el que son grandes las limitaciones del espacio fiscal para que los gobiernos adopten medidas a raíz de la pandemia de la COVID-19. A más largo plazo, el cambio climático afecta estructuralmente a la productividad agrícola en muchos países.

Para evitar nuevos reveses en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) es preciso adoptar medidas a corto y a largo plazo en cuatro esferas principales: i) prestación de apoyo inmediato a la población vulnerable, ii) facilitación del comercio y del suministro internacional de alimentos, iii) impulso de la producción, y iv) inversión en agricultura resiliente al cambio climático.

• Prestación de apoyo inmediato a la población vulnerable: Es una prioridad fortalecer rápidamente a escala nacional las redes de seguridad de los hogares vulnerables y velar por que el PMA disponga de recursos suficientes para atender a los más necesitados. Las operaciones del PMA deberían facilitarse mediante medidas como el reciente acuerdo de los Miembros de la OMC de no imponer restricciones a la exportación en relación con sus compras de alimentos con fines humanitarios. De no estar bien orientadas, las subvenciones a la energía y la alimentación son costosas e ineficientes. Deben sustituirse por transferencias monetarias destinadas exclusivamente a la población más vulnerable. Con el tiempo pueden ampliarse los sistemas efectivos de protección social para dar cabida a más personas. Los mejores sistemas constan de una orientación sólida y de sistemas eficientes de afiliación, ejecución y pago que a menudo aprovecharán la tecnología.

• Facilitación del comercio y del suministro internacional de alimentos: A corto plazo, una liberación de existencias adecuada y conforme a las normas de la OMC y la obtención de una solución diplomática para evacuar los cereales y fertilizantes que actualmente permanecen bloqueados en Ucrania contribuirán a mejorar la disponibilidad y la asequibilidad de los suministros de alimentos. Son esenciales la facilitación del comercio y la mejora del funcionamiento y la resiliencia de los mercados mundiales de alimentos y productos agrícolas, en particular de cereales, fertilizantes y otros insumos de la producción agrícola conforme a lo que se describe en la Declaración Ministerial de la OMC sobre la Respuesta de Emergencia a la Inseguridad AlimentariaLa crisis de 2008 nos ha enseñado que la imposición de restricciones al comercio mundial lleva directamente a un aumento de los precios de los alimentos. La eliminación de las restricciones a la exportación y la adopción de procesos más flexibles de inspección y concesión de licencias ayudan a reducir al mínimo las perturbaciones del suministro y a bajar los precios. Serán esenciales el aumento de la transparencia mediante notificaciones a la OMC y la mejora del seguimiento de las medidas comerciales.

• Impulso de la producción: Es preciso adoptar medidas para alentar a los agricultores y pescadores a impulsar la producción sostenible de alimentos, tanto en países en desarrollo como en países desarrollados, y mejorar las cadenas de suministro que los conectan con los 8 000 millones de consumidores del planeta. Para ello hacen falta fertilizantes, semillas y otros insumos asequibles procedentes del sector privado como agente principal en estos mercados. El suministro de capital de explotación a los productores competitivos también es una prioridad crucial. De cara al futuro, la difusión por la FAO, el Grupo del Banco Mundial y otras instancias de conocimientos sobre mejores prácticas será esencial para aumentar la utilización eficiente de fertilizantes mediante el despliegue rápido de mapas de suelos, servicios de extensión y tecnología de agricultura de precisión. Gracias a ello, los productores dispondrán de los conocimientos técnicos necesarios que son cruciales para mantener los niveles de producción y promover el uso sostenible de los recursos naturales.

• Inversión en la agricultura resiliente al cambio climático: El apoyo a inversiones resilientes en capacidad agrícola y la prestación de apoyo a la adaptación, las pequeñas explotaciones, los sistemas alimentarios y las tecnologías climáticamente inteligentes son esenciales para promover una agricultura climáticamente inteligente y resiliente que garantice una producción constante en años venideros. También es importante la labor centrada en las reglas y la elaboración de normas y en la infraestructura de las cadenas de valor (instalaciones de almacenamiento y de refrigeración e infraestructuras bancarias y de seguros) para ampliar el acceso y reducir la desigualdad.

La anterior experiencia demuestra que es importante ayudar a los países en desarrollo perjudicados por los aumentos de los precios y la escasez a atender sus necesidades urgentes sin frustrar el cumplimiento de los objetivos de desarrollo a más largo plazo. Es esencial velar por que los países más vulnerables que encuentran considerables problemas de balanza de pagos puedan sufragar el aumento del costo de las importaciones de alimentos para reducir al mínimo todo riesgo de malestar social. La financiación del desarrollo debería ofrecer a los clientes alternativas viables a las políticas centradas en asuntos internos, como las prohibiciones de las exportaciones o las subvenciones generales de las importaciones de fertilizantes. Las inversiones en redes de seguridad ampliables y en la agricultura resiliente al cambio climático y la pesca y la acuicultura sostenibles son buenos ejemplos de medidas beneficiosas para todos.

Exhortamos a los países a que fortalezcan las redes de seguridad, faciliten el comercio, impulsen la producción e inviertan en una agricultura resiliente. Deben determinarse y definirse las necesidades específicas de cada país mediante un proceso de ámbito nacional que movilice inversiones de bancos multilaterales de desarrollo para poner en conexión oportunidades a corto, a medio y a largo plazo. Nos comprometemos a colaborar a favor de este proceso mediante la Alianza Mundial para la Seguridad Alimentaria, convocada conjuntamente por la Presidencia del Grupo de los Siete (G-7) y el Grupo del Banco Mundial para vigilar los factores determinantes y los efectos del aumento de los precios y velar por que los países necesitados dispongan de inversiones, financiación, datos y conocimientos sobre las mejores prácticas.

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